DESDE LA CHISPEANTE LUZ INTERIOR SE DESATA LA FURIA DE LA BESTIA ROCK
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- 21 nov 2022
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Actualizado: 21 nov 2022
Lo bueno se hace esperar. Así pasó con el recital de La Renga en Rosario, previsto en un principio para septiembre. La banda de mataderos colmó el estadio Marcelo Bielsa y desplegó todo su poderío en la ciudad de la bandera frente a 38 mil personas el pasado sábado 19.
Crónica: Cristian Zaracho - @Cizaracho - TW- y Naza Delmasse Lalli @Unpocoteresa - IG-; Fotos: @imiccaa - IG-
Todo arrancó mucho antes de que se abrieran las puertas del lugar. Los asados, choripanes y hamburguesas; junto al mate, las cervezas, el fernet, las guitarras y los grupos de amigos de siempre -o los que se acababan de conocer-, se adueñaron de las inmediaciones del Parque de la Independencia.
Cerca de las 10 de la noche, los primeros acordes de “Buena pipa”, funcionaron como compuerta de represa que se abrió para dejar fluir toda la fuerza de la gente empujando y convirtiéndola en energía pura y renovable. Fiel a su estilo, serían 31 canciones las que hicieron rugir al coloso del parque.
“Sin más que eso, salí a la cancha…”, dice “Tripa y corazón”. Y como alusión a la primera frase de este párrafo, el primer tridente de canciones se resume en “A la carga mi rocanrol, desborda cualquier mar”. La transpiración se apoderó de los cuerpos; las letras y el ritmo de cada tema hicieron explotar el sentimiento guardado, “Parece un caso perdido ya sé y cada vez que respiro me ves, estoy diciendo que sigo de pie otra vez”.
Luego llegó el turno de “Almohada de piedra” del disco “TruenoTierra”, editado en 2006. En este caso, el “córranse que no puedo ver” se convertía en una amistad improvisada que te sube a los hombros para que puedas disfrutar; para ver cómo los brazos se revolean en lo alto de la noche, tal vez dedicando o pensando en alguien, o quizás por el solo efecto que produce la banda en sus presentaciones. Y así como quien no quiere la cosa, casi enganchado empezó a sonar “Motoralmaisangre”, precediendo a otra de las infaltables como es “Corazón fugitivo”. Un rato después, sonaron “para que yo pueda ver”, “al que he sangrado” y “Cuando vendrán”.
Fotos: @Imiccaa - Mica Díaz
Punto aparte y para destacar, luego del lamentable hecho en el Estadio Único de La Plata, La Renga puso a disposición “El espacio de las pibas”, destinado como punto de referencia para encontrarse con alguien antes de salir, por si alguien te hacía pasar un mal momento, para hidratarse, y para recibir atención de La Cruz Roja. Estuvo disponible desde que se abrieron las puertas del estadio hasta que finalizó el show y no quedó nadie dentro. “Un paso atrás, no me toques”.
La segunda de las tres partes - en lo que respecta a la cantidad de canciones - comenzó con “Flecha en la clave”, track 3 del álbum “singles”, del año 2019. Y luego un viaje al año 2000, para cantar y corear “hoy doblo siempre la misma esquina, la esquina del infinito, toda la vida las mismas calles” y hasta converger en el más reciente disco, cuya canción homónima desató otra ola de pogos y nos dejó “alejados de la red”, para después ir “bien alto” y aterrizar “En el baldío”, junto con “El mambo de la botella” y “En bicicleta”.
“Ya se juntan en el canto y se empiezan a encender, se vienen de todas partes, hoy vienen todos a ver cómo desde la chispeante luz interior se desata la furia de la bestia rock”. Se hizo eco en cada una de las tribunas y campo del estadio de Newell's, y “quedarme aquí sería un lujo (...) dice el que me lleva”. Para el ocaso de esta tanda de 10 canciones, “El rey de la triste felicidad”, desencadenó en un ajetreado mar de almas saltando al mismo tiempo y las banderas flamearon con la misma intensidad que toda la noche, ondeando de izquierda a derecha y a la inversa.
“Mientras la banda suena bien a tope, no pueden parar de tocar, esta rockeada se puso infernal entre la gente te veo saltar, tocando el cielo y volviendo a rebotar”. Elefantes pogueando comenzaba con la parte final del show. Que tiemblen otra vez los edificios como aquella vez, la última que la banda visitó la ciudad, en 2018, cuando los vecinos pensaron que se acercaba un terremoto. “Esta noche es la noche, es la oportunidad oportuna”.
La Renga produce un efecto mundialista: banderas de Chaco, Formosa, Córdoba, Buenos Aires, La Rioja, se reúnen en la noche del banquete a cantar “me gusta el rock, el maldito rock”, como dice la letra de “El revelde”. Después de eso, fiel a su estilo y en lo que podría hacer alusión a la censura para con la banda en Tecnópolis, llegó el turno de cantar eso que “las cadenas no pudieron callarte”, de “negra es mi alma, negro mi corazón”, porque “perdido por perdido ya ves, da lo mismo vivo o muerto pero tu alma es otra cosa, tu alma es la que te mueve, tu alma es mi razón, tu alma es la fuerza (...) sólo eso despierta en mí el viento que todo empuja”, es el “oscuro diamante” o “la razón que te demora”.
Silencio y oscuridad. Nadie se movió un ápice de su lugar. Y aunque sabíamos que era el epílogo de esa noche tan deseada, aún quedaba un resto, un poco más de agite, de rock del bueno. Algunos aprovecharon para ir al baño, otros para reforzar el nudo de las zapatillas para los pogos finales, o para refrescarse. Un breve receso y Chizzo, Tete y El Tanque volvieron al escenario. La última parte comenzó con “La nave del olvido”, y aunque la luna se fue posando sobre los techos de pompeya, unas cuadras más adelante, en el vecino barrio de parque patricios, “rugió la bestia en medio de la avenida” para dar paso al “Panic Show”.
Dos canciones más y una bandera desplegada entre la gente completaron esta lista cuantiosa pero que se esfumó rápido para los presentes. Así, “el final es en donde partí” entonado como un himno, sentido y compartido con todos, marcaba la vuelta final de este repertorio y al que solo le quedaba seguir “hablando de la libertad” para afirmar que La Renga es “algo tan grande como el cielo y las montañas”.
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